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La Familia: ¿Demasiados Testigos?

Hay filósofos que dicen que Dios es un invento para superar la soledad de no tener testigos de la vida. Dios está en todas partes, nos mira pecar, crecer y superar obstáculos, nos conoce. Sin Él, la identidad parece diluirse, esconderse. La historia es tan importante como el presente en lo que somos.

Hombres y mujeres lúcidos han comentado que después de perder a una pareja el dolor persiste por la falta de testigo de la vida cotidiana y de la evolución. Sin esa pareja, la sensación es de avanzar solos, sin que otro haga el seguimiento de nuestra vida, es como perder un historiador que comparta la memoria de los detalles. Una soledad devastadora. La familia es testigo de vidas y cambios. Los padres cuentan cómo fuimos de guaguas, qué nos hacía llorar, cómo fue la entrada al colegio o las primeras palabras. Una persona sin padres quisiera tener a quien recurrir para completar esos vacíos en la propia historia y a veces se desesperan de acceder al pasado sólo a través de los recuerdos propios. Los testigos son importantes. Pero la familia es más que la madre que cuenta historias. Es donde los roles de antes aprisionan, las desconfianzas, celos, envidias, complicidades y recuerdos nos atrapan y nos dificultan el cambio. La gente que ha vivido sola en el extranjero relata la experiencia de libertad al ser de otra manera. Una adolescente tímida viaja al extranjero por intercambio escolar y vence su timidez, lejos de la protección de sus padres. Como si los testigos fueran enemigos del cambio.

El que era flojo debe convertirse en millonario para dejar de ser tratado como tal. Sólo si cambia 180 grados la familia suelta la infancia y la historia. La neurótica irritada que toma antidepresivos y ya no se enoja es tratada con cuidado por su familia porque "es una polvorita". La santa que se hizo cargo y ahora está enamorada y no quiere seguir porque lo hacía por vacío más que por amor, es tratada como "loca". El rebelde, que lo fue para sobrevivir a su padre, es después un marido tradicional. Pero en la mesa familiar sus comentarios de hombre moderno son tildados de opiniones rebeldes. Él discute que son provincianos si consideran eso una rebeldía, y la familia le sonríe perdonándole.

El amor, dolor, trabajo, los hijos, cambian a las personas. Hay una naturaleza inicial que permanece, pero los cambios pueden ser enormes. Y es bueno. Las vidas más plenas son las de grandes aprendizajes.

La familia es el lugar de cobijo en las crisis y de aprendizaje en las tragedias, pero es a veces el peor enemigo del cambio. Quizás la sola conciencia de los juicios que decimos en familia pueda ayudarnos a ser testigos de los cambios. Incorporemos a la identidad de nuestros hijos, hermanos, padres, lo que la vida les va enseñando y así lo pasamos mejor al ser testigos de cómo cambiamos en estas relaciones nuevas.

La Crisis De Los 40

Las crisis a lo largo de la vida son absolutamente necesarias e inevitables. Ellas obedecen a distintos factores: sicobiológicos, familiares, laborales, de pareja o con las distintas etapas del desarrollo e implican costos y beneficios altísimos.

Los hombres poseemos nuestras propias crisis, diferentes a las de las mujeres. Una de las más difíciles es la crisis de la mitad de la vida, comúnmente llamada la crisis de los cuarenta, una prueba para valientes, de la cual no siempre salimos bien parados. Ella se da con más fuerza en los hombres y afecta inevitablemente a la pareja; es allí donde se pagan los más altos costos. Aceptarla conscientemente permite sortearla con menor costo.

Ocurre entre los cuarenta y cincuenta años, cuando usted o su pareja se encuentra disfrutando un período de bienestar afectivo, sentimental y familiar, acompañado generalmente de un panorama económico consolidado. En ese momento, sin aviso previo, aparece ella, confundiéndolo todo.

Lo construido hasta entonces, con esfuerzo y cariño, entra en un proceso implacable de cuestionamiento y duda. Las certezas desaparecen y la confianza se constituye en un recurso indispensable, tanto para el que la vive como para su pareja, ya que la impaciencia o la desconfianza liquidan una relación.

A diferencia de la crisis de pareja, donde el núcleo radica en la relación misma, la crisis de los cuarenta afecta al individuo en su intimidad, y el sentido de lo vivido hasta ese momento cambia. El futuro se hace imperioso y amenazante, la mitad del camino ya está recorrida y surge la pregunta:

¿Y ahora qué?

El tema de la trascendencia y el legado a los hijos pasa a ser tema y la pareja se afecta dolorosamente, al ser excluida de sus preocupaciones, pudiendo incluso aparecer otras personas, significativamente peligrosas.

Paciencia... La crisis tiene duración limitada y los beneficios que otorga a los que se atreven a vivirla son tan grandes, como su origen etimológico lo indica: CRISIS, en su raíz más profunda, significa CRECER. No arranques de las crisis, vívelas a fondo, aunque te mueras de susto. Pagar sus costos vale la pena, por altos que ellos sean.

El Juego De La Vida

No hay juego que genere más pasiones y arrebatos que el fútbol. Los hinchas viven los triunfos y las derrotas de sus equipos como propias, y esa simbiosis nos hace preguntarnos qué hace que se produzca un fenómeno de masas como este. Y la respuesta tiene que ver con la vida misma.

Lo que nos lleva a muchos hombres y progresivamente a muchas mujeres a encantarnos con este deporte es tanto el objetivo final -ganar el partido o la copa mundial- como también el permiso para realizar a través de él las descargas de sentimientos acumulados que nos hemos ido guardando con el tiempo, muchas veces por falta de asertividad. Mediante el pretexto del ánimo y el entorno deportivo nos es permitido social-mente hacer catarsis en un ambiente expansivo. El problema es que muchas veces hacemos estas mismas descargas de energías a costa de terceras personas en lo cotidiano: con la pareja, los hijos, el trabajo y, por cierto, en el espacio ciudadano.

Nuestra manera de ser se refleja tanto frente a un partido de fútbol como en lo cotidiano, y dependiendo de cómo nos manejemos es el resultado final que conseguiremos. Si para todos o la mayoría de las personas ese resultado es "ganar" -un objetivo que en la vida se traduce en generar mayores ingresos económicos, ser reconocidos, liderar o simplemente decidirse a ser felices-, es importante analizar cómo nos
estamos enfocando en la práctica a nivel de conductas y -más importante aún- de pensamientos para el logro de nuestros sueños. Dicho de otro modo, cómo estamos pavimentando el camino que nos lleva a ese sueño.

En numerosas ocasiones he escuchado decir que nuestros deportistas no se "creen el cuento" y que se dan por derrotados antes de enfrentar un partido. También he escuchado decir que les falta disciplina y rigor en pos de obtener logros que se desprendan del esfuerzo y de trabajar aquellos comportamientos más débiles de cada jugador. Por ejemplo, si uno detecta que le cuesta mantener su energía hasta el final de un partido, es precisamente esa área la que debiera trabajar con tesón, y si otro jugador es muy proclive a enganchar con las agresiones recibidas en la cancha, lo que debiera reforzar son las conductas que le permitan proseguir en su meta y no dejarse llevar por rabias ajenas. De este modo no desgastará energías inútiles en contestar una agresión y se concentrará en jugar bien y ganar el partido.

Pensemos entonces en nuestras conductas erradas, aquellas en las que incurrimos sin darnos cuenta mientras jugamos el gran partido de la vida. Algunos ejemplos:

  • Muchas veces partimos derrotados mentalmente; por ejemplo, nos decimos internamente que es casi imposible que ganemos el partido.
  • Pensamos o comentamos: "Se nota la superioridad de los contrarios", aunque apenas lleven unos pocos minutos jugando.
  • 0 actuamos con arrebato: "Tengo tanta rabia con mi vida que voy a aprovechar de decir garabatos con el fin de desahogarme a costa de mis contrincantes".
En definitiva, actuamos como si fuéramos una raza perdedora y ni nosotros mismos nos creemos consistentes para enfrentar tanto un partido de fútbol como muchas situaciones de la vida cotidiana en donde se ponen en juego nuestras fortalezas.

En cambio, si tomamos la vida, el deporte y a nosotros mismos con respeto, seguridad y asertividad estaremos apostando a ganadores, sin pensar en el espejo social ni en lo que creemos que los demás nos exigen. Sólo asegurémonos de mostrarnos verdaderamente confiados en que los partidos se trabajan hasta el final y que estamos dispuestos a mojar la camiseta para lograr lo que nos proponemos como seres humanos.

Cuánto nos cambiaría la vida si nos convirtiéramos en nuestros propios entrenadores; aquellos que nos ayudan a encauzarnos en lograr los objetivos sin dilapidar energías valiosas en pensamientos depresivos, inseguros o agresivos. Hay momentos en que ello no parece fácil, pero es el camino a seguir para llegar al logro de nuestros sueños.

Superar El Miedo A Hablar En Público

Para algunas personas, la simple idea de expresarse frente a un auditorio es aterra¬dora. Este miedo genera una ansiedad que se incrementa cuando el sujeto piensa que será juzgado por el público, o cuando se imagina a sí mismo en una escena embarazosa. La gente que teme hablar en público, y que se ve obligada a ello, sufre reacciones fisiológicas como palpitaciones, dolores gastrointestinales, temblor en las extremidades, enrojecimiento, sudoración excesiva, tensión muscular y falta de salivación. La psicóloga Sandra Bravo manifiesta que quien tiene miedo de enfrentarse a un auditorio" en lugar de concentrarse en lo que sucede, suele pensar en lo que él cree que los demás están pensando. Para él, el público es el juez.

La psicóloga considera que la manera más efectiva de enfrentar este temor es comprender y aceptar que algunas personas estarán completamente de acuerdo con nosotros y otras en desacuerdo. Además, "quienes están habituados a enfrentarse a un auditorio enfocan su atención
en aquellos individuos que mandan señales de que consienten lo que se está diciendo" Por su parte, Morton Orman, autor del reporte How to Conquer Public Speaking Fear, ofrece consejos como:

• Tener en mente que no estamos obligados a tener el control sobre el comportamiento de la audiencia.

• Utilizar el humor. Las bromas harán que la relación entre la audiencia y el orador se relaje.

• Evitar hablar de demasiados puntos en una presentación corta,ya que el tiempo no rendirá y la presión provoca aun más nervios. Lo mejor es abordar dos o tres ideas a profundidad.

• No imitar a otros oradores. Si se actúa de manera espontánea se abre la puerta de la habilidad natural que tienen los seres humanos para lograr una presentación exitosa.

• Comprender que no existe un discurso perfecto. Todas las personas que hablan en público cometen errores y lo único que hay que hacer con ellos es dejarlos pasar.

Miedo a trascender en el trabajo

Aunque parezca extraño, a algunos trabajadores les aterra que llegue el momento de crecer profesionalmente (aun con todos los beneficios que esto implica). Las causas de dicho temor generalmente es la sensación de que no se tiene el suficiente talento para poder sobrellevar el cargo, o imaginar que una vez alcanzada la meta a la que se deseaba llegar, no se obtendrá la satisfacción y plenitud esperada. La psicóloga Sandra Bravo explica que "un miedo normal surge cuando sé que una situación tendrá consecuencias negativas.

Un miedo muy limitante es el que se manifiesta cuando se desconoce qué es lo que sucederá. Quedarse estático es peor que correr el riesgo de hacer algo más" Bravo considera que la mejor manera de enfrentar este temor es "darse la oportunidad de ir más allá de la zona de comodidad. Nuestras vidas no están limitadas por lo que ya sucedió, sino por lo que soñamos" Por su parte, los psicólogos James y Constance Messina, creadores de la organización Coping, que ofrece manuales para lidiar con los factores estresantes de la vida, afirman en su página web que otra manera de superar este temor consiste en:

• Darle a otros reconocimiento y apoyo para alcanzar sus metas profesionales. Observar una situación externa similar a la que vivimos puede ayudarnos a eliminar los pretextos.

• Visualizar constantemente una vida exitosa donde además de beneficios económicos derivados de un aumento de suelo se alcance la plenitud y la satisfacción personal.

• Realizar una lista de las ventajas que puede ofrecer un ascenso y compararlas con la situa¬ción que se vive en el puesto actual.

• Analizar otros momentos en la vida en que se ha presentado el miedo al éxito y valorar las consecuencias que tuvo no enfrentarlo.

• Cuando el temor llegue es recomendable recordar los retos que generaron temor en el pasado y que, una vez superados, propiciaron una mejor calidad de vida.

Cómo Superar El Miedo A Enfermarse

El miedo a enfermarse se conoce como hipocondría. Las personas que la padecen tienen características específicas, tales como acudir constantemente a consultorios médicos donde explican con extremo detalle cuáles son sus síntomas, suelen tomarse el pulso y la temperatura varias veces durante el día e incluso contabilizan su número de palpitaciones por minuto.

Los hipocondríacos hablan la mayoría del tiempo de las enfermedades que creen tener y expresan sin cesar su miedo a morir. Para Sandra Bravo, "la hipocondría está vinculada a ganancias secundarias. Si un individuo tiene este temor y cuando lo dice la gente que lo rodea le ofrece protección o cuidados, él obtiene beneficios que le satisfacen" La psicóloga manifiesta que un método muy efectivo para combatir este miedo consiste en "enseñarle al hipocondríaco de qué otra manera puede obtener dichas satisfacciones sin la necesidad de autoagredirse. Albergar el temor a enfermarnos nos va a llevar a adquirir algún mal y a vivir sin alegría" Los especialistas aconsejan:

• Promover que quienes experimentan este miedo eviten asistir obsesivamente a consultas médicas o a los hospitales.

• No permitir que la persona hable compulsivamente de enfermedades si no es con su terapeuta o el especialista que lo ayuda a enfrentar sus temores.

• Proponerles aceptar que los médicos sean quienes realicen los diagnósticos. Por más información que tenga el hipocondríaco de un mal, son los verdaderos expertos en el tema.

• Sugerirles que cada vez que los asalte el temor a una enfermedad describan en una libreta sus sensaciones. Esto los alejará del pánico y los ayudará a analizar con objetividad su situación.

• Motivarlos a reinterpretar sensaciones corporales y sentir aquellas que son agradables o neutras. Así, el cuerpo deja de ser un núcleo de dolor y se convierte en un generador de placer.

Procesando el duelo

El duelo, consecuencia de nuestros apegos afectivos, es un acontecimiento vital estresante que tarde o temprano hemos de afrontar todos los seres humanos.

La pérdida y el duelo nos acompañan a lo largo de nuestra vida. Los investigadores interesados en el proceso del duelo han estudiado muchas cuestiones al respecto, como la descripción y explicaciones sociológicas, los rasgos clínicos de las reacciones normales y patológicas en las distintas edades, sexo y culturas; los programas de prevención, la relación entre el duelo y otras clases de pérdida, así como las diversas formas culturales del luto. Ahora, un reciente estudio muestra empíricamente el curso normal de los sentimientos tras la muerte de una persona allegada.

Quizás por la pérdida de redes sociales y con ellas de muchos de los recursos clásicos, entre los que se encuentran el apoyo de familiares, religiosos, vecinos y amigos, la población en duelo demanda un mayor apoyo sanitario. Es la cara más triste de la individualización de la sociedad. En un estudio realizado en Atención Primaria, presentado en el séptimo Congreso de la Asociación Europea de Cuidados Paliativos en 2001, los datos revelaron que la tasa anual de consultas al centro de salud resultó ser un 80% mayor entre los que pierden a un ser querido que en el resto de la población. En otros estudios se obtienen resultados similares; en viudas el número de consultas se dispara en un 63% en los seis primeros meses y en viudos se multiplica por cuatro durante los 20 primeros meses.
Estudiando sentimientos

Un grupo de psiquiatras de EEUU ha realizado el primer estudio retrospectivo con 233 personas que habían sufrido la pérdida de un familiar por muerte natural. El estudio, publicado en The Journal of the American Medical Association, ratifica primero las etapas clásicas del proceso de duelo establecidas desde la década de los 60 por el psicoanalista británico John Bowlby y, segundo, la misma sucesión que él apuntaba: la negación es más fuerte al principio del duelo, seguida por la añoranza, la ira y la depresión. A partir de los seis meses, estos sentimientos empiezan a descender y aumenta la aceptación.

Se analizaron las respuestas de los entrevistados seis meses después de la pérdida que, en la mayoría de los casos, era la pareja. Al establecer una media de todos los sentimientos que presentaban, los autores observaron que la aceptación fue significativamente mayor que la añoranza y ésta se daba en mayor medida que la negación, hasta finalizar con la ira. Los investigadores concluyen que la pérdida de un ser querido se acepta más rápidamente de lo que esperaban pero con un gran sentimiento de añoranza.

Para los expertos, en el proceso de duelo, más importante que saber en qué fase está una persona es el hecho de establecer si se ha quedado estancada en alguna de ellas, sobre todo en la negación, por que no permite pasar a la siguiente fase para, progresivamente, desarrollar todo el proceso. Se establece que si dura más de un año es preciso acudir al especialista, pues personas con un trastorno prolongado del duelo suelen presentar alteraciones psiquiátricas, como depresión mayor o estrés postraumático.
Duelo anticipado

Mucho se ha escrito sobre las necesidades del paciente moribundo pero, ¿qué sucede a los familiares del enfermo cuando saben que la muerte está cerca? En la evolución cronológica del duelo hay momentos y fases precisos que, por su peculiaridad, requieren de una atención particular, como sucede en el duelo anticipado (antes del fallecimiento). La posibilidad de intervenir en estas fases se da, sobre todo, con pacientes terminales que permanecen en sus domicilios, como el que ocurre en enfermedades degenerativas.

En una primera fase del duelo anticipado, los familiares presentan un shock emocional, mezcla de sensación de pena y depresión. En la segunda etapa se suele dar un interés por la persona que se irá, lo que permite acabar con situaciones inacabadas, resolver conflictos y sentimientos. La tercera fase es una tentativa para adaptarse a la ausencia del ser querido: se aprende cómo van a ser las cosas sin la otra persona, a asumir la soledad. Los expertos explican que permite cambiar actitudes frente la muerte y la pérdida de la persona.

La fase previa a la muerte de un familiar deja un hondo recuerdo en toda la familia y será uno de los temas reiterativos a la hora de elaborar el duelo. Los profesionales de la salud resumen como objetivo primordial en esta fase cuidar y ayudar a despedirse al enfermo y a la familia. Los expertos están de acuerdo en que en el duelo anticipado la muerte se acepta mejor ya que el mismo proceso de la enfermedad se acepta como una oportunidad para resolver cuestiones pendientes. E incluso, a veces, durante una agonía prolongada los miembros de la familia a menudo finalizan su duelo antes de la muerte real. No es infrecuente que después de una larga agonía la familia experimente cierto alivio al terminar el dolor y la lucha.

Fuente: consumer.es

Depresión postparto en clave masculina

Los hombres muestran signos de depresión postparto en la misma proporción que las mujeres después del nacimiento de un hijo, según un estudio estadounidense

Ellos beben, trabajan y van a ver deportes más de lo habitual y también permanecen más en soledad. Aproximadamente un 20% de los padres primerizos padecen determinados síntomas que se corresponden a la depresión postparto. La evidencia sobre este aspecto en las mujeres es indudable pero hasta este momento los estudios hechos sobre la otra parte de la pareja no reflejaban toda la realidad, probablemente porque las preguntas no eran las adecuadas. Ahora un estudio muestra que el impacto de un nuevo nacimiento puede afectar de la misma manera a ambos progenitores.

Un nacimiento siempre, o casi siempre, es un motivo de alegría pero no está exento de situaciones estresantes. Cuando una madre experimenta sensaciones de agobio, extenuación y cambios de humor que van más allá de las primeras semanas del nacimiento de un bebé, los expertos hablan de depresión postparto. Los cambios hormonales asociados con el embarazo, el incremento de responsabilidad y el estrés se apuntan como posibles causas.

Pero contrariamente a lo que se venía creyendo, las mujeres no son las únicas que sufren este tipo de depresión, ya que también puede afectar a los hombres. Además, la depresión en los padres podría afectar significativamente al niño. Los datos apuntan que cuando alguno de los dos progenitores experimenta depresión postnatal, el hijo tiene tres veces más de posibilidades de tener problemas de conducta: desde problemas emocionales y dificultades en la escuela hasta problemas de salud asociados.
Ellos también sufren

Casi la misma proporción de madres que de padres padecen depresión postparto. Así reza un artículo publicado en Pediatrics en 2006. Aunque se habían realizado estudios anteriores, los resultados no eran estadísticamente significativos. Para este último trabajo, coordinado por James F. Paulson, profesor de pediatría y psicología y ciencias de la conducta del Centro de Investigación Pediátrica de la Escuela de Medicina de Eastern Virginia (EEUU), se han seguido un total de 5.000 progenitores.

Los resultados se extrajeron de un cuestionario y de unas entrevistas en los que se analizaban las interacciones básicas cotidianas, tanto de las madres como de los padres, como prácticas de lactancia y ratos de ocio compartido con el bebé. A una de las conclusiones que llegan los autores es que este tipo de actividades están deterioradas si hay depresión. Según los autores, los pediatras deberían esforzarse en detectar estas situaciones de forma precoz en los dos progenitores.

William Coleman, de la Universidad de Carolina del Norte y presidente del comité de aspectos psicosociales de la salud infantil y familiar de la American Academy of Pediatrics, asegura que la sensación de fascinación tras el parto en los padres puede desaparecer según las circunstancias que envuelvan a la familia. Los padres pueden experimentar tanta o más frustración, ya sea sexual o emocional, al sentirse poco útiles en el grupo familiar. Según este experto, los signos son muy diferentes a los exteriorizados por las madres: ellos beben, trabajan y van a ver deportes más de lo habitual y también permanecen más en soledad.
Diferentes manifestaciones

Un estudio llevado a cabo en la Universidad Hebrea de Jerusalén y publicado en 2005 en The Lancet ya señalaba que la patología no se había detectado antes porque las preguntas que se hacían a los varones eran incorrectas. En este trabajo se examinaba la evolución de casi un centenar de padres desde antes que naciera el primogénito hasta varias semanas después del nacimiento. Las conclusiones a las que llegaba, según el coordinador del estudio Gil Goldzweig, era que un 17% de varones sufren depresión postparto, cifra similar a las mujeres.

En lugar de preguntar sobre sensaciones de tristeza, desdicha o cambios de humor, los expertos hebreos se encaminaban hacia cuestiones sobre frecuencia de relaciones sexuales, ingesta de bebidas alcohólicas, relaciones extramatrimoniales, enfrentamientos con compañeros de trabajo o pareja e imposibilidad de cumplir con los horarios laborales. Según los investigadores, el hombre es reacio a expresar dificultades sobre todo asociadas a sentimientos. La mayoría de ellos relataba una infancia bajo la mirada crítica de un padre estricto y con escasa comunicación entre ellos. Para los hombres, según se extrae del estudio, es mucho más fácil ser padres si la pareja tiene puntos de vista tradicionales relacionados con los roles de cada una de las partes y es más dificultoso en aquellas parejas menos conservadoras, creando ansiedad en el hombre.

Fuente: consumer.es

Ayuda para afrontar una muerte

  • La aceptación de la muerte dependerá de factores personales y sociales
  • Los especialistas destacan la importancia de despedirse del fallecido

Ante el fallecimiento de un ser querido, las personas se ven invadidas por sentimientos de tristeza y dolor. No sólo es una situación normal sino necesaria para poder superar el proceso de duelo o de adaptación a la pérdida. Aunque la mayoría de españoles supera el trauma que supone la muerte de un conocido, cinco de cada 100 necesita ayuda especializada.

Aprovechando unos talleres de formación organizados por las sociedades españolas de Psiquiatría y Atención Primaria (SEMERGEN), médicos de familia y especialistas de la mente han descrito algunas de las características principales del duelo y han destacado la importancia de afrontarlo también desde la consulta.

"Vemos a los individuos desde que nacen hasta que mueren y parece que ahí termina nuestro cometido. Pero no es así. Tenemos una visión del entramado social y familiar de nuestros pacientes, y los parientes siguen acudiendo a nuestras consultas", explica Julio Zarco, presidente de SEMERGEN.

También puede ser útil que el médico acuda al domicilio de los pacientes, especialmente si están afrontando mal el duelo. "En el espacio natural de la vivienda es donde te das cuenta de que no han tirado la ropa del fallecido, que siguen poniéndole un plato para comer...", aclara Zarco.
Fases habituales

"El duelo es un proceso único e irrepetible", afirma José Ángel Arbesú, coordinador del Grupo de Trabajo de Salud Mental de SEMERGEN. No obstante, se han identificado una serie de componentes comunes.

Las personas suelen sufrir un impacto que dura más si el fallecimiento es imprevisto y se produce una desorganización, que suele acompañarse de desesperación. También puede producirse una negación de lo sucedido, que daría paso a la depresión. Esta última es una fase más realista e indica que se está avanzando de manera adecuada.

La culpa suele aparecer en forma de pensamientos recurrentes u obsesivos, sobre todo si la persona no se ha podido despedir del fallecido (un suicidio o un accidente de tráfico). Los seres queridos puede desarrollar, además, ansiedad, provocada por la incertidumbre que supone enfrentarse a la vida sin esa persona.

Pasado algún tiempo, también puede aparecer ira que suele focalizarse en determinadas personas del entorno o incluso en los profesionales sanitarios involucrados en el cuidado del fallecido.

La aceptación de la muerte constituye la última etapa: la vida se retoma con normalidad. Sin embargo, este colofón no siempre se alcanza. El círculo del duelo queda abierto y por ese hueco se escapan múltiples efectos negativos que podrían requerir ayuda especializada.

"Del 5% de la población que cada año sufre la pérdida de un ser querido, la gran mayoría afronta un proceso de duelo normal que se resuelve con un luto", expone Miguel Roca, psiquiatra del Hospital Juan March (Palma de Mallorca).

La minoría que no logra afrontar correctamente esta muerte suele desarrollar una serie de síntomas patológicos: el tiempo de aceptación se alarga demasiado o se niega lo sucedido; no se retoma el ritmo de vida habitual; se sufren alucinaciones complejas; se acude al médico por temor a padecer la enfermedad por la que murió el ser querido y se establecen conductas anormales (visitar el cementerio continuamente, no retirar los efectos personales del fallecido, etc.).
Factores que influyen en el tipo de duelo

El tipo de duelo viene marcado por los factores personales de cada uno pero también por el entorno familiar y social y las condiciones en las que ha tenido lugar el fallecimiento.

Según Miguel Roca, algunos rasgos de la personalidad pueden resultar determinantes en el desarrollo del denominado duelo patológico. Es el caso de "las personas introvertidas, con dificultades para expresar los sentimientos, tendencia a tener pensamientos obsesivos y problemas para establecer una red de apoyo social". Suelen ser sujetos que, además, tienen más riesgo de sufrir una depresión.

Los rasgos de este cara a cara con la muerte también varían bastante en función de las sociedades, marcadas por su cultura, religión, desarrollo... El doctor Julio Zarco opina que "las culturas orientales, por ejemplo, tienen más asumida la muerte. De hecho, para desdramatizar, se suele hablar sobre ello con los niños. En Occidente, prima mucho la cultura del hedonismo, de huida del dolor, y por eso lo llevan peor".

Este especialista también destaca el papel que representa el velatorio. "Establece y refuerza la red social. Y en él se narran las historias del propio difunto, como si cada uno se lo estuviera contando a sí mismo. Además, tanto los familiares como los propios médicos, deben ver al fallecido para despedirse".
La importancia de ver al fallecido

En cuanto a la importancia de ver a las persona que ha muerto, el presidente de SEMERGEN sostiene que, por ese motivo, "las personas que no encuentran el cadáver de sus familiares desaparecidos no pueden cerrar el proceso del duelo".

Otro de los factores influyentes es el tipo de muerte. Los fallecimientos repentinos o los de hijos dificultan más el proceso de aceptación que, por ejemplo, los de enfermos terminales. En este último caso, los familiares han tenido algo de tiempo para hacerse a la idea.

Además de los trastornos psicológicos, el duelo aumenta la probabilidad de padecer una serie de enfermedades físicas. Tal y como menciona José Ángel Arbesú, "transcurrido un año de la muerte, el riesgo de mortalidad en personas viudas se sitúa en un 50 %".

Los profesionales de la medicina aclaran que el duelo no sólo es fruto de una muerte sino de otro tipo de pérdidas, como una ruptura sentimental, una mastectomía, una invalidez...

Ante todo, se recomienda no tener prisa para superarlo e ir pasando por las distintas fases poco a poco. El médico de familia puede cumplir la función de escuchar, de aconsejar y de promover que la persona afectada exprese sus sentimientos.

Para concluir, los expertos destacan que, debido a que el sufrimiento por la muerte de un ser querido es un sentimiento normal, no se debe promover de manera generalizada el uso de fármacos salvo en los casos que se considere oportuno. "Existe una tendencia a medicalizar procesos normales como el duelo. Sin embargo, el dolor genera tensión en la persona y le sirve para crecer, hace que el ser humano avance", observa Julio Zarco.

Fuente: elmundo.es

La tristeza no es depresión, sino un sentimiento fundamental

El psiquiatra Luis Rojas Marcos ha afirmado hoy que la tristeza no debe confundirse con la depresión, porque se trata de un 'sentimiento fundamental' del ser humano al que tiene que hacer frente en su vida ordinaria.

Durante la presentación del libro 'Hablar y aprender. Conversaciones con mi padre' de la psicóloga Laura Rojas-Marcos, el psiquiatra ha indicado que a pesar de que la depresión es muy frecuente, los niveles de satisfacción de los españoles con su vida es 'muy saludable'.

Esta situación se explica, ha continuado, porque los vínculos personales 'cuentan mucho' y las relaciones ayudan a la persona a superar los problemas.

Rojas Marcos ha explicado que hablar es necesario para que las personas estén conectadas, para crecer y superar las adversidades, 'incluso hablar solo resulta terapéutico'.

De hablar precisamente trata el libro presentado hoy en Madrid, de las conversaciones que la autora -hija del psiquiatra- ha mantenido a lo largo de los años con su padre acerca de temas como la ansiedad, la soledad, la paternidad, la separación y las emociones.

Pero no sólo han sido conversaciones entre padre e hija, sino entre psicóloga y psiquiatra, con las diferencias de planteamiento y enfoque que eso supone, a pesar de que compartan la curiosidad por estudiar los sentimientos y las emociones.

Laura Rojas-Marcos ha asegurado que espera que la 'maravillosa' experiencia de plasmar en un libro la relación con su padre permita a los lectores a identificarse con sus sentimientos, a normalizar sus problemas comunes y a convencerles de que al no estar solos queda la esperanza.

La psicóloga ha dicho que no pretende dar los ingredientes para tener una vida totalmente feliz y sin preocupaciones,porque no sería una aspiración realista, sino ayudar y servir de guía a los lectores.

Sin embargo, ha resaltado la importancia de la conversación, la fuerza de voluntad y la generosidad emocional, cosas que ha aprendido de su padre.

Por contra, la autora ha indicado que la violencia siempre ha de preocupar a la sociedad porque es un 'veneno inaceptable' que hay que afrontar y controlar.

Fuente: terra.es