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La Familia: ¿Demasiados Testigos?

Hay filósofos que dicen que Dios es un invento para superar la soledad de no tener testigos de la vida. Dios está en todas partes, nos mira pecar, crecer y superar obstáculos, nos conoce. Sin Él, la identidad parece diluirse, esconderse. La historia es tan importante como el presente en lo que somos.

Hombres y mujeres lúcidos han comentado que después de perder a una pareja el dolor persiste por la falta de testigo de la vida cotidiana y de la evolución. Sin esa pareja, la sensación es de avanzar solos, sin que otro haga el seguimiento de nuestra vida, es como perder un historiador que comparta la memoria de los detalles. Una soledad devastadora. La familia es testigo de vidas y cambios. Los padres cuentan cómo fuimos de guaguas, qué nos hacía llorar, cómo fue la entrada al colegio o las primeras palabras. Una persona sin padres quisiera tener a quien recurrir para completar esos vacíos en la propia historia y a veces se desesperan de acceder al pasado sólo a través de los recuerdos propios. Los testigos son importantes. Pero la familia es más que la madre que cuenta historias. Es donde los roles de antes aprisionan, las desconfianzas, celos, envidias, complicidades y recuerdos nos atrapan y nos dificultan el cambio. La gente que ha vivido sola en el extranjero relata la experiencia de libertad al ser de otra manera. Una adolescente tímida viaja al extranjero por intercambio escolar y vence su timidez, lejos de la protección de sus padres. Como si los testigos fueran enemigos del cambio.

El que era flojo debe convertirse en millonario para dejar de ser tratado como tal. Sólo si cambia 180 grados la familia suelta la infancia y la historia. La neurótica irritada que toma antidepresivos y ya no se enoja es tratada con cuidado por su familia porque "es una polvorita". La santa que se hizo cargo y ahora está enamorada y no quiere seguir porque lo hacía por vacío más que por amor, es tratada como "loca". El rebelde, que lo fue para sobrevivir a su padre, es después un marido tradicional. Pero en la mesa familiar sus comentarios de hombre moderno son tildados de opiniones rebeldes. Él discute que son provincianos si consideran eso una rebeldía, y la familia le sonríe perdonándole.

El amor, dolor, trabajo, los hijos, cambian a las personas. Hay una naturaleza inicial que permanece, pero los cambios pueden ser enormes. Y es bueno. Las vidas más plenas son las de grandes aprendizajes.

La familia es el lugar de cobijo en las crisis y de aprendizaje en las tragedias, pero es a veces el peor enemigo del cambio. Quizás la sola conciencia de los juicios que decimos en familia pueda ayudarnos a ser testigos de los cambios. Incorporemos a la identidad de nuestros hijos, hermanos, padres, lo que la vida les va enseñando y así lo pasamos mejor al ser testigos de cómo cambiamos en estas relaciones nuevas.

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